domingo, 7 de enero de 2018

Un día menos para mi muerte.


foto: @nvaldés  2017

Es el lento camino de la existencia, el que desespera mi ansia de emociones. Postrada en la desilusión de un campo marchito, en dónde el viento se llevó los últimos pétalos de la pasión. Atrás queda el encanto coloreado de la alegría desbordada, fruto de la inocencia de juventud. De repente veo que mi rostro refleja la historia de quien, dando tumbos, conoció los obstáculos de un sendero enfangado que lleva al hoy. Cruzando ríos de lágrimas, escalando los retos de la fragilidad, luchando contra la absurda timidez que anuda mi garganta y enmudece mis labios. Mis sueños dormitan entre el absurdo desvarío de quien ya no tiene veinte años y la utopía del viajero buscando el paraíso.


Sheila Lumen

Eran las ocho menos diez minutos cuando pedimos dos Riberas del Duero a la camarera que atendía la barra del bar. Una muchacha se acercó a...