lunes, 21 de enero de 2019

Segunda oportunidad

Imagen de Pinterest
¿Cuántos recipientes tienes en tu casa que no usas? Tazas viejas que te regalaron, una cajita de latón que compraste cuando quisiste probar aquel té rojo y que nunca más rellenaste, los frascos de mermelada que  guardas en la despensa por si un día te atreves con  el membrillo, la tetera de hierro fundido que se quedó oxidada, el camión del sobrino con el que no juega o el cucharón que te prestaron en aquella cena para servir la sopa de marisco y que nunca más devolviste... A infinidad de utensilios decorativos que estamos cansado de tener en el fondo de los armarios podemos darles una segunda oportunidad.
Primero fue un tablero en mi cuenta de Pinterest. Navegando por la red social, me encontré numerosas fotos de macetas que no eran macetas y que quedaba muy chulo y original. Comencé a coleccionar imágenes que me sirvieron para tener ideas. Así fue como se crearon diferentes tableros relacionados con el reciclaje para maceteros, uso de palets o con neumaticos.
La crisis y la insistencia mediática del reciclaje y la ecología  coincidieron con el comienzo de mi vida campestre. Obsesionada con plantar flores que dieran colorido al terreno marrón, no acababa de ver las típicas macetas en medio del campo; y sembrar las gazanias y las margaritas así, sin más, en el suelo, tampoco me acababa de convencer. Necesitaba algo que delimitara una especie de parterre o jardinera así que me atreví a utilizar los neumáticos viejos... así a lo bruto, sin pintar ni nada. La idea no era mía, la estaba copiando de una foto en dónde habían pintado de colores las gomas y sembrado unas bonitas flores en medio del cesped. Tanto colorido me parecía un poco hortera y me recordaba a las macetas de plástico de colores de mi infancia, así que entre una cosa y otra, no estaban los tiempos para gastar en botes de pintura, ni perder el tiempo en pintar algo que no sabía si acabarían en el punto verde o iban a perdurar lo que llevan en mi jardín, coloqué las llantas, las rellene de tierra y sembré unos bulbos: ¡siete años con flores!. Otro día miré la cesta de la fruta que se comenzaba a oxidarse. Había sido cara y recuerdo haberla comprado en una tienda de decoración algo de Palma. Me daba pena tirarla. A veces soy un poco Diógenes y guardo las cosas que sé que jamás volveré a emplear. Así que me dije que quedaría bonita con una planta. Pero al ser de alambre, la  tierra

no se mantendría, así que la forre con fibra de coco y transplanté una cinta que había por casa a la cual le salían las raíces. La cesta continúa colgada de la rama de un almendro en mi jardín. También utilicé una fuente de barro rajada a modo de plato de maceta o unos palets como sofá para el porche. En el campo intento usar cosas recicladas, así el desgaste de estar a la intemperie no se nota tanto y  queda bonito. 

Esta mañana recordé las latas de té que comenzaban a oxidarse  y que guardé en el patio de casa En la última limpieza me dió pena tirarlas. No son antiguas pero son bonitas. Aprovechando unas ramas que tenía echando raíces en un vaso, pensé en hacer unas macetas para dar un poco de verdor a la aburrida librería. Así que sin pensarlo dos veces, rellene las latas de tierra y planté las ramitas de cinta, también aproveché un tarro de cristal de esos de yogurt para que mi preferida no se oxidara del todo y poder recuperarla para cualquier otra cosa. Metida en transplantes, me dí cuenta que los bulbos que había comprado el sábado, también necesitaban un cambio pero las latas eran demasiado pequeñas, así que busqué en el armario un bol del tamaño adecuado para trasplantar la maceta y sí encontré uno heredado de mi madre que me pareció adecuado para que crecieran los jacintos. 
Consumimos más de lo necesario y nos dejamos llevar por los escaparates tan bonitos que ponen en las tiendas de decoración. Lo mismo pasa con la ropa o con los muebles. No esperamos a que se rompa dándoles "tuneos". Por pereza o por falta de imaginación, tiramos trastos que podríamos pintar, decorar o cambiar de aspecto en poco rato. Reciclar es divertido y entretiene. En internet hay millones de ideas para cambiar de aspecto cualquier cosa que tengas en casa.  Anímate y comparte tus proyectos. Sentirás satisfacción del cambio.

sábado, 19 de enero de 2019

Un sábado en Mallorca

El invierno es, sin duda, la mejor de las estaciones del año para pasear por Mallorca. La isla luce en estas fechas un verde desconocido por aquellos que la han visitado en verano, salpicado del  blanco de los almendros en flor. Hace frío para bañarse, pero se puede disfrutar de las mañanas soleadas, paseando por cualquiera de las sendas costeras o de interior. Las terrazas de los bares, en los pueblos de interior, invitan a sentarse disfrutando del devenir de la vida isleña. 
Para los que vivimos aquí, es el tiempo de disfrutar de la isla, sin la saturación que el turismo provoca en los meses estivales. La circulación es fluida y los trayectos se hacen amenos. Puede que te encuentres lugares desolados por la ausencia de veraneantes, pero sin duda el paisaje merece la pena disfrutar de este otro tipo de escena isleña.

Hacía algunos años que no visitaba la zona por la que hoy hemos paseado, una de mis preferidas. 
Faro de la Colonia de Sant Jordi
Desde Montuïri, en la comarca de la Pla de Mallorca y fundado como pueblo real en año el 1300 según la Carta de Poblament del rey Jaime II de Mallorca; pusimos rumbo a la Colonia de Sant Jordi. Viviendo en el interior de la isla, se añora el olor a Mediterráneo y el azul del mar. Hoy queríamos disfrutar del mar. En el sureste de Mallorca, la Colonia de Sant Jordi, era un pequeño pueblo pesquero tradicional, hoy es una localidad vacacional que aún guarda el sabor del turismo de los que vivimos en la isla. Situado casi en la punta más al sur de la isla, en el municipio de Ses Salines, los antiguos romanos lo valoraban por su producción de sal. Tiene algunas de las playas más emblemáticas de la isla, como son Es Trenc (aunque perteneciente a Campos), Es Dolç y Es Carbó, extensas, con fina arena, aguas cristalinas y azules.


Antes de llegar a la Colonia de Sant Jordi, nos acercamos a las Salines d´Es Trenc. Siempre me había llamado la atención las inmensas montañas blancas que se ven desde la carretera y curiosamente nunca me había acercado. Metiéndonos por la carretera que lleva a la empresa que se dedica a la comercialización de este mineral, pudimos contemplar de cerca los embalses que configuran este salobrar y que gracias a su declaración de Área Natural de Especial Interés paisajístico y rural, estas salinas gozan de protección por su indudable valor natural, sobre todo ornitológico, ya que numerosas especies migratorias encuentran en esta agua nutrientes para reponerse de sus largos viajes. Se ha creado un paraje natural donde se ha establecido una flora y fauna muy particular, raro ejemplo de cómo la acción humana puede generar ecosistemas valiosos. Estas salinas se nutren de las aguas mediterráneas que provienen del paraje natural de la playa de Es Trenc, y las cuales son idóneas para la fabricación natural de cloruro sódico. Eché a faltar el equipo de fotografía que suelo llevar cuando salgo a hacer turismo. Entorno y luz configuraban los ingredientes perfectos para  unas buenas panorámicas... el móvil suplantó a la reflex y juntos salimos del paso para ilustrar el post de hoy.

De la Colonia de Sant Jordi nos fuimos a tomar una café a Santany. Hacía tiempo, Vega, había colgado una foto en el facebook de un lugar con muy buena pinta que invitaba a pasar el tiempo con un libro y un té. Dicen que la curiosidad mató  al gato y allí que nos fuimos en busca de la imagen que había visto en la red. Lo encontramos a la primera gracias a San Google, aunque no tenía pérdida. Sa Botiga es restaurante, café, bar, bistro. Si no estas acostumbrado, te extrañará ver que todas las pizarras y carteles estan en alemán. No obstante, el idioma no fue impedimento para entrar y tomar el café deseado. Un camarero con acento italiano nos atendió en un correcto castellano. Estaba claro que el local esta enfocado al turismo de alto standing que habita por la zona tanto en invierno como en verano. El precio de los cafés (cortado y café con leche) confirmó nuestra sospecha, 4,80€ no es el precio que pagamos cada día en los bares habituales. 
Santany. 
Santanyí es el municipio situado más al sur de Mallorca. Limita con los municipios de Ses Salines, Campos y Felanitx, además de tener 35 kilómetros de litoral. Dentro de su territorio se encuentra el Cabo de ses Salines, el extremo más meridional de la isla, alejado unos ciento cincuenta km. de la costa africana. Sus núcleos de población son once: La Costa, s’Alqueria Blanca, Cala Santanyí, Calonge, es Llombards, Cala Llombards, Son Moja, Cala Figuera, Portopetro, Cala d’Or y es Cap des Moro. Santanyí se encuentra a 56 kilómetros por carretera de Palma. Santany ha sido uno de tantos pueblos de Mallorca que ha visto incrementada la oferta de turismo interior. Sus edificaciones son típicamente mallorquinas en el centro urbano, en los alrededores pueden verse variedad de casas de campo y chalets. 
La iglesia parroquial de Santanyí se puede disfrutar desde uno de los muchos cafés y bares en la plaza mayor. La construcción comenzó el 25 de julio de 1786, cuando el rector de Santanyí, Nicolau Pons, puso la primera piedra para la nueva iglesia. Es por eso que un festival en la ciudad se celebra en este día todos los años. Las obras de la construcción tardaron 25 años en completarse y se construyeron con areniscas especiales de Santanyí, conocidas en toda España. El campanario, fue construido en 1850 por iniciativa del administrador de la iglesia, Oliver de ca Lluc. Vale la pena notar dentro de la iglesia, es su retablo masivo, realizado por Pere A. Umbert, y el hermoso órgano. Ambos fueron traídos a Santanyi desde el convento de Dominicos en Palma, después de que el ministro Mendizábal ordenó la apropiación de los bienes del monasterio. Santanyi adquirió el órgano y el retablo, ambos fueron transportados por mar desde Palma hasta Santanyi. El órgano fue construido por el famoso maestro de órgano, Jordi Bosch. El órgano es tan grande que la iglesia tuvo que ser rediseñada para acomodar este enorme instrumento.
El resto de la tarde podría haber transcurrido en Cala LLombars, pero el cielo amenazaba tormenta y la compra semanal del sábado nos estaba esperando.
Sin duda esta zona de Mallorca merece que la descubras.

jueves, 17 de enero de 2019

Bizcocho refinado, no apto para tiempos modernos.

En un primer tiempo de este siglo o quizás del otro, los medios de comunicación y las redes sociales han sido la pieza clave para que la cocina tradicional quedara
foto de Pinterest
en un segundo plano, dando protagonismo a la comida de diseño de las grandes estrellas de la restauración mundial; comidas muy elaboradas con ingredientes alquímicos engañaban a nuestras pupilas con el deseo gustativo, inalcanzable para los bolsillos de la mayoría de navegantes y lectores deseosos de viajar por el mundo de las estrellas Michelín y de los fogones de ilustres cocineros. La visita al Parnaso culinario no fue concedida para los mileuristas y demás hijos de la plebe que, en tiempos de crisis ya buenas son tortas y con pocos ingredientes o al menos los de siempre, debíamos continuar ingiriendo carbohidratos, proteínas, vitaminas y una larga retahíla de "inas" para poder seguir llegar a fin de mes con la salud más saludable posible. También se comenzó por aquellos días a incidir en que hay una comida saludable que previene no se cuantas enfermedades y te pone la piel más tersa, las uñas más duras y evita caer en estados de la mente que te permitirán seguir siendo la persona mas maravillosa del mundo mundial. Pues, si cuando mi más tierna infancia sólo había la cocina de mi abuela y la de mi madre, ahora me encuentro que además de lo que cocina la suegra, puedo viajar por cada país para hacer una sopa, por cada religión para hacer el postre y buscar en la literatura los menús de cada día. Sin duda, la cocina está tomando una relevancia en las estanterías virtuales del que le gusta comer bien que aún variando de viandas, será incapaz de degustar la repetición de la receta por cien años que viva. Como aventurera culinaria, estas excursiones suponen que en mi despensa tengan que coexistir  el ajo, pimentón y sal de toda la vida con un amplio abanico de tarros de especias mas parecido al catálogo de cualquier jardín botánico, desde la pimienta de Jamaica, al curry verde pasando por la nuez moscada de Madagascar, amén de coles chinas, cereales transatlánticos y otras hierbas porque de cortes de carnes de animales me autoexcluyo.

Y con todo este panorama, de tarde en tarde, buscas la comida simple con los ingredientes de toda la vida, para hacer aquel bizcocho de yogur que fue el "top tem" de los bizcocho de las amas de casa ochenteras, y que alguien te dijo que le metieras trocitos de manzana para que quedara más jugoso y que si no tenías yogur de limón no pasaba nada porque podrías usar el natural de toda la vida.

foto: Natalia Valdés
Rescaté la receta de mi libreta y en menos de cinco minutos ya tenía lista la masa del bizcocho de yogur con ingredientes refinados que harían que todos los males entraran en mi cuerpo y en el de quien osara comer tal pecado gastronómico. En medidas (del envase del yogur), añadimos primero, ritualmente los ingredientes secos: tres medidas de harina de repostería, dos medidas de azúcar, un sobre de levadura en polvo; y los ingredientes húmedos: un yogur, tres huevos enteros, una medida de aceite y una manzana troceada. Con estos ingredientes mezclados hasta obtener una crema ya tienes la masa de lo que será tu bizcocho de yogur. Lo viertes en un molde y le introduces los trozos de la manzana esparcidos por la superficie  o bien los empujas hacia dentro. También  puedes mezclarlos con la masa antes de volcarla en el molde. Lo cueces en el horno a unos 180ºC  con calor arriba y abajo, durante aproximadamente tres cuartos de hora. Sabrás que está cocido por dentro cuando al introducir un cuchillo en la masa, éste salga limpio.
Si el aspecto opaco del bizcocho no te gusta y quieres que quede más bonito puedes pintarlo con mermelada diluida (calentar la mermelada al baño María). Te dará un aspecto brillante.
¿Qué quieres convertir el bizcocho en uno de esos saludables  que son beneficiosos para el cuerpo y el espíritu? Pues ya sabes que  hacer, cambia los ingredientes refinados por los integrales y o biológicos... así de fácil. Por supuesto que la textura y el sabor será diferente pero los dos están muy ricos.  




sábado, 5 de enero de 2019

Frejoles con patates o judias verdes con patatas

Ya es sabido que los alimentos reciben diferentes nombres dependiendo de la zona de país - como casi todo -, en Asturias a las judías verdes las llamamos fréjoles y en Mallorca les decimos mongeta plana. En cuanto a las patatas, en ambas zonas le decimos: patates.  Así pues, los fréjoles con patates es una comida habitual de la comida tradicional en Asturias.  Sí, esa comida que hacían nuestras madres y abuelas y  pocos somos los que recordamos el sabor, postergado por la nueva cocina con alimentos traídos de otras culturas e incluso con otra forma de alimentarse; cocina vegana, vegetariana, macrobiótica, paleolítica, tex-mex, anglosajona, asiática, etc.. Es lo que nos ha traído la globalización, el intercambio cultural  e internet. 
Desde muy niña me gustó hacer mezclas con la comida y saltarme la receta del libro, pero a veces las papilas gustativas demandan los sabores de la infancia, y esto es lo que me pasó ayer cuando fui a hacer la compra. No es muy habitual encontrar a buen precio la mongeta plana en Mallorca, entre otras cosas porque no es muy habitual en la cocina. Suele utilizarse mas la judía verde redonda. Ayer estaba a buen precio y tenía muy buen aspecto: verde y tersa como la recordaba de cuando las arrancaba de la mata en la huerta de mi güelito Lolo. La tienda en la que estaba era de venta de productos ecológicos y de proximidad, lo que me da mas confianza aún para decidirme por comprar las verduras. Así que llené una  bolsa de fréjoles salivando aquel recuerdo de otros tiempos porque no recuerdo haber cocinado fréjoles con patates desde que  vivo aquí. Sí, sí, son  esas cosas que pasan cuando eres emigrante, te acostumbras al lugar dónde vives y te vas adaptando hasta en el comer ...

La receta de los  fréjoles con patates es de lo mas sencilla que pueda haber. Ambos alimentos eran habituales en todas las  huertas de Asturias e incluso hoy siguen siéndolo, junto con las cebollas y el perexil. También es habitual encontrar lloréu  o lo que es lo mismo: laurel. Los otros ingredientes que también están en las cocinas asturianas, sal, ajo y pimentón, se traían de fuera. Los ajos, generalmente de León y el pimentón supongo que de Extremadura. A veces se añadía un poco de chorizo qué enriquecía mas el plato y le da mas sabor (hoy no tenía chorizo asturiano).  Las cantidades de los  ingredientes, cuando has visto cocinar toda la vida y los fogones son lo tuyo, pasas de la bascula y lo haces a ojo de buen cubero. No obstante os pongo las  cantidades orientativas que aparecen en el libro ¨El arte de cocinar" de María Luisa García*:
  • 1 kg. de judías verdes
  • 1 kg. de patatas
  • 1 ajo (yo eché tres)
  • perejil (lo cambié por tomillo porque no tenía y no es aconsejable porque da un sabor dulzón)
  • 1 trozo de cebolla ( puse una entera)
  • 1 trozo de laurel (añadí una hoja entera)
  • 1 cucharadita de pimentón (le puse dos de pimentón dulce pero quizás añadiendo un poco de pimentón picante daría un sabor mas intenso)
  • Aceite
  • Sal (en el libro no aparece entre los  ingredientes, pero se sobreentiende)
A los fréjoles hay que quitarles la vaina o solamente los extremos si están muy tiernos y trocearlos en tres o cuatro partes dependiendo del tamaño y del gusto de cada unoMaría Luisa, dice en su libro que los fréjoles hay que cocerlos al principio con las patatas. Aunque en la receta de hoy he cocido previamente los fréjoles -sin las patatas- durante media hora (se añaden las judías verdes al agua hirviendo con sal, sin tapar la olla y durante veinte minutos).
La cebolla y el ajo se pelan como es habitual quitando la capa exterior. Las patatas se pelan y se lavan
Una vez que hayas machacado en el mortero el ajo y el perejil con el pimentón y cortada la cebolla, puedes ir troceando las patatas. ¡Ojo, las patatas no se han de trocear cortándolas con el cuchillo.! Deberás chascarlas. Chascar las patatas consiste en introducir el filo del cuchillo en la patata y, a continuación, arrancar el trozo de patata. Este corte suele emplearse para dar consistencia a guisos ya que esta forma de romper la patata permite que vaya soltando el almidón en la cocción. Una vez que estén troceadas se pasan por agua para quitarles los restos de tierra que hubiera podido quedar.
Pues bien, vamos a cocinar  antes de que nos vayamos por las ramas con comparaciones entre la literatura y la experiencia que ya sabemos que cada maestrillo tiene su librillo:
  1. Cocemos los fréjoles como se ha descrito anteriormente 
  2. En una olla sofreímos la cebolla hasta que  esté pochada.
  3. Se añaden las patatas troceadas a la cebolla pochada.
  4. Se añade un poco de pimentón
  5. Añadimos el majado de ajo, perejil y pimentón desliado en un poco de agua.
  6. Se mezcla todo bien , se cubre con agua hirviendo a la vez que añadimos sal y el laurel.
  7. Se añaden los fréjoles
  8. Se deja cocer todo junto hasta que las patatas estén blandas
Aunque María Luisa, plantea este orden en su  receta, creo que la próxima vez modificaré la formula y después de sofreír la cebolla a la vez que añado la patata cruda, añadiré los fréjoles troceados y limpios, dejando que se sofría todo junto al majado de perejil, pimentón y ajo. Cubriendo de agua, una vez que todo se haya rehogado, y dejar cocer hasta que la patata esté blanda.

Otra posibilidad que creo recordar alguien hacía, era introducir todos los ingredientes en la olla rápida y cocer el tiempo que requieran las patatas. Particularmente a mi esta opción no me gusta porque los sabores quedan mas diluidos y no se controla bien el espesor del caldo.

De cualquier manera los fréjoles con patates, es un plato fácil de hacer, muy económico y está buenísimo. 

Buen provecho.










Mi cocina

Algunas de las recetas que a lo largo de mi vida he leído, tanto de ilustres cocineros, como de madres amigas o incluso de la bisabuela Bel, pretenden tener un sitio en este rincón.

No recuerdo cuando fue la primera vez que cociné algo. Sí que recuerdo la primera vez que freí un huevo... estaba con mi primo Mario, solos en casa, eramos unos críos, debió ser un desastre porque desde entonces, freír un huevo se ha convertido siempre en la tarea mas difícil para solucionar una comida. Y es que si quieres un huevo con "puntilla" debes de arriesgar que el aceite salpique y te alcance... pero ese es otro capítulo 

Tengo fama de ser buena cocinera (mi familia y amigos me quieren mucho), a veces también meto la pata y tras probar el resultado, la comida acaba en la basura. Menos mal que esto no suele pasar muy a menudo; me gusta experimentar con los ingredientes. Desde pequeña me gustaba coger "cosas" de la cocina de mi madre y hacer comiditas. Algún susto nos llevamos mi madre y yo, como cuando la guindilla comenzó a hacer estragos sobre mi y no había quien me quitara el escozor... Y es que cocinando se producen muchas anécdotas entorno a los fogones y a la mesa... ya os contaré.

Cuando cocino, intento ajustarme a las cantidades de la receta original, en repostería es muy importante para que el resultado sea exitoso.  En el resto de comidas suelo cocinar bastante a ojo. Pero lo mas importante de todo, incluso de una calidad extraordinaria de ingredientes, es el tener ganas de cocinar y que lo que cocines te apetezca comerlo. El secreto de un buen  resultado es el sentimiento que se pone en los fogones. Me viene a la memoria la novela de Laura Esquivel, "Como agua para chocolate". Os la recomiendo. También en película, dirigida por su ex-marido, Alfonso Arau.

Las herramientas en la cocina no son imprescindibles pero he de reconocer que ayudan un montón. Para hacer un buen guiso no es necesario tener el último robot de cocina, ni la olla mas sofisticada. Sin duda cocinar en ollas de barro y fuego de leña da a los guisos un sabor que nada tiene que ver con la comida rápida a la que estamos acostumbrados, pero no siempre puedes permitirte este lujo o bien porque careces de olla de barro o de  fuego de leña o de ambas cosas. Hay que adaptar la receta a las herramientas que tienes y si aún así, te falta alguna hay que poner la imaginación a funcionar para suplantar el utensilio. Por ejemplo, no necesitas un separador de claras de huevo para poder hacer un merengue en el que es imprescindible separar yema de clara, en mi cocina siempre se ha hecho a mano utilizando la propia cascara del huevo.  Solemos gastar mas de lo necesario en, como dicen ahora gadgets de cocina. Haz un ejercicio de memoria y recuerda con qué cocinaba tu abuela.

Me gusta cocinar con ingredientes frescos, pero no siempre es posible, por lo que me gusta tener reserva de "latas" de bonito o atún, guisantes, pimientos asados, tomate natural. La carne y el pescado siempre fresco. Y sobre las verduras no importa que sean recién cortadas pero si que prefiero comprarlas en un mercado de confianza a una gran superficie y si es del huerto de algún amigo pues mucho mejor. Las especies básicas como el perejil, el romero, la hierbabuena o el cilantro pueden tenerse cultivadas en una maceta en la ventana de la cocina. Si las plantas no es lo tuyo, las especies secas del super te sacaran del apuro. Me gusta la comida especiada y no siempre encuentro todas las especies que necesito en el supermercado del pueblo, por lo que intento tener una buena colección en el armario.
De todos modos, con estos tiempos de crisis, hay que aprender a cocinar con lo que encuentre en la cocina a no ser que  sea un menú especial para un día especial. 

Para comer bien no es necesario pasar largas horas en la cocina. No están los tiempos como para perder mucho tiempo en cocinar. Hay que saber economizar y optimizar los recursos culinarios. De aquí viene que me gusten las herramientas en la cocina y reconozco que un buen robot, te ayuda con las masas y las cremas.

La buena cocina no tiene que ir acompañada de un buen mantel y buena vajilla obligatoriamente. Una mesa elegantemente presentada ayuda igual que ayuda la presentación de un plato. Pero ten por seguro que si las lentejas te han quemado un poco, el sabor no te lo quitará el material del plato en que las pongas...  Pero siempre da mas gusto sacar el mantel de tela que unos salvamanteles de rafia. 

Si el guiso ha salido exquisito y el postre es casero, no te enredes mucho con los aperitivos a no ser que tus comensales coman como una lima. ¡Ánimo y a los fogones!


Sheila Lumen

Eran las ocho menos diez minutos cuando pedimos dos Riberas del Duero a la camarera que atendía la barra del bar. Una muchacha se acercó a...