domingo, 6 de noviembre de 2016

Orígenes



La casa era una inmensa mierda desparramada por cada una de las estancias. El reflejo de un pensamiento caótico que embargaba su alma, desde aquella madrugada en qué el teléfono sonó varias veces hasta que por fin y entre sueños, el despertar llegó de golpe con la horrible noticia.
No lograba poner rumbo a sus pensamientos. Sus sentimientos viajaban a la deriva en un mar repleto de tiburones hambrientos, en dónde la presa era ella misma. Víctima de su propia existencia y protagonista indiscutible de su propia vida.
Los días pasaban con la rapidez de un tren de alta velocidad mientras que su cuerpo discurría por su vida a la lentitud del caminar de un caracol escondido en su caparazón.
Nada marchaba según sus expectativas. En realidad también dudaba de tener alguna expectativa después de una vida repleta de decepciones. Dejó de preocuparse por los demás y sólo se ocupó de ella misma.
Cuarenta y siete años antes, su madre disimulaba un embarazo fruto de un amor que probablemente jamás existió.Ya era verano cuando las monjas de la clínica se enteraron, apareció un matrimonio sin hijos dispuesto a dar una cantidad de dinero por llevarse a la recién nacida de pelo y ojos negros; y de paso, que la honra de la madre no se viera dañada ante una sociedad de moral hipócrita. 
El parto fue duro, pero no tanto como la humillación que aquella escena le causó a la madre. Con total convencimiento y templanza echó fuera de la habitación a aquellos tres personajes. El matrimonio y la monja no lograrían entender cómo, aquella joven y sola mujer,  rechazaba su oferta.
Se aferró al ser qué después de nueve meses tanto trabajo le había costado parir. Dos vueltas de cordón, placenta previa y además venía de pie. Todos dijeron qué nacer así, le traería suerte en la vida. Madre e hija jamás se separaron.
Dudó si fue suerte, pero logró salir adelante ante situaciones increíbles. Vivió feliz en un mundo repleto de prejuicios en el que para nada se sentía identificada. Y siempre se sintió orgullosa de ser hija de quien era.
Sólo se derrumbo cuando lo qué tantas veces se negó a creer que pasaría, cuando se dio cuenta de que el cordón que las unió se había cortado para siempre. Fue entonces cuando se oscureció su corazón y su alma no encontraba alivio en su alrededor.

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