miércoles, 29 de mayo de 2019

La importancia de lo que dejamos de tener

Hace unos días escribí en el Facebook que estaba harta de la otitis y sus pitidos. Un amigo me dijo que me cambiaba la infección de oídos por su hipoacusia neurosensorial con acúfenos. Desde entonces he reflexionado sobre ello y sobre los comentarios que hacemos en las redes sociales.


Desde hace un par de semanas, la infección en los dos oídos no me ha permitido poder escuchar, desde los vídeos de YouTube hasta los sonidos más habituales que en el día a día no ponemos atención en ellos. Las conversaciones se hacían complicadas y el ¿qué dices? se convirtió en una especie de mantra repetido una y otra vez. No respondía al tratamiento y por mi cabeza empezaron a pasar cosas... esas que oyes a lo largo de tu vida y de las que conoces algún caso. ¿Y si no pasase la infección y perdiera audición? -Cuando me pongo dramática no hay quien me gane- entre risas la respuesta habitual es "pa lo que hay que oír" o "ya no tendrás que hacerte la sorda". Las personas somos crueles con el mal de los demás, no pensamos el daño que puede hacer. El chiste fácil se convierte en burla y la burla en una herida difícil de curar.
Con todo esto y la respuesta de mi amigo que tuve en el facebook, le fui dando vueltas al coco. Qué fácil nos resulta hacer bromas cuando es a los demás los que sufren una "minus-valia" o una "in-validez", o una "dis-capacidad". ¡Que palabras más feas! ¿No os parece? ¿Realmente hay que poner etiquetas?. Para clasificar a las personas según su grado de producción en la sociedad está claro que el Estado siempre las ha puesto.

Estoy segura que la adaptación de las personas que sufren estas situaciones, que de la noche a la mañana se ven imposibilitados para llevar la misma vida que llevaban, tanto laboral como personal, es un calvario. A nivel laboral ya se sabe que las empresas y el sistema no anda con mucho miramiento y en cuanto pueden te dice que no eres apto para trabajar. Entonces es cuando comienza un sin fin de papeleos, reclamaciones, peritajes, denuncias y juicios. Esto en el caso de que el trabajador o la trabajadora estén asesorados.
Pero ¿en la vida personal? Para alguien que tuvo una audición sin ningún tipo de problemas, el quedarse sin escuchar y sin poder oír de repente, es un verdadero drama. Al menos para mi lo sería.


En estos días no pude oír el canto de los pájaros. El aire meciendo las ramas. La lluvia cayendo en el tejadillo. Para una persona que disfruta de vivir en el campo, estas tres cosas tan simples tienen más importancia que la meramente bucólica. Los sonidos de la naturaleza nos dan continuamente señales. Si hace buen tiempo, si amenaza lluvia, la cantidad de agua que cae, si debemos preocuparnos por el temporal o si ya es hora de despertar por el trino de los pájaros, o si ya es noche cerrada porque uluan los búhos. Los ladridos de los perros me avisaban de extraños que se acercaban a usmear, o de la llegada de la familia. Los ladridos son diferentes. Pero también dentro de la casa es importante oír. Al cocinar. El ruido que hace la tapa de la olla al comenzar a hervir el agua, el sonido que hace el aceite al calentarse, las burbujas del gas al abrir un refresco. Dejas de escuchar los pasos de quien se acerca. Te sientes inseguro. No puedes ponerte en alerta. Las conversaciones desaparecen. La gente se cansa de elevar el tono de voz y yo me canso de decir ¿Qué? Pero también dentro de la casa es importante oír. Al cocinar. El ruido que hace la tapa de la olla al comenzar a hervir el agua, el sonido que hace el aceite al calentarse, las burbujas del gas al abrir un refresco. Dejas de escuchar los pasos de quien se acerca. Te sientes inseguro. No puedes ponerte en alerta.Te sientes fuera de todo. Te conviertes en el gran observador. El mundo deja de contar contigo pero tu sigues en el mundo haciendo esfuerzos en oír.


Hace dos días volví al otorrino. La infección persistía en ambos oídos. Me aumentó la medicación y ayer me sentí feliz cuando escuche el trino de los pájaros. Pero sigo reflexionando sobre la falta de sensibilidad, la falta de adaptación del entorno. Recordé cuando en un viaje a París, mi rodilla estaba tocada. Subir y bajar escaleras me producía un gran dolor y en ninguna de las entradas y salidas de metro había ascensor.

Los ciudadanos no somos del todo conscientes de las barreras que hay en las ciudades para las personas discapacitadas (Falta o limitación de alguna facultad física o mental que imposibilita o dificulta el desarrollo normal de la actividad de una persona) bien sea de una  forma temporal o definitiva. Tenemos que  vernos en situaciones complicadas para darnos cuenta de ello.




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