lunes, 27 de mayo de 2019

Sobre los resultados de las elecciones



Una vez dije que no escribiría de política en mi blog, pero los que me conoceis sabeis que la política siempre me ha atraído y quedarme callada tras dos procesos electorales como los de abril y mayo, sería como amordazarme yo misma. Que el triunfalismo de los abanderados haya dado caballo ganador al sanchismo y echarse al sol del verano de la legislatura que viene, es como la cigarra con la panza llena que canta mientras la hormiga negra que no roja, se va pertrechando silenciosamente de fanáticos seguidores.

España no ha dejado de votar a la corrupción. El lazarillo continúa grabado a fuego en el adn de los españolitos de charanga y pandereta. Las tres caras de la derecha sólo han hecho que la foto de familia saliera movida mientras que algún patriarca se fue a por tabaco y no ha vuelto todavía. Mientras gurús y chamanes de la izquierda deciden a quién sacrificar sin hacer acto de contricción.

Ha quedado al aire y fragmentado el encofrado de la izquierda morada que aprisionaba el movimiento de la centenaria rosa roja fraternal florecida a la espalda de la Puerta del Sol y frente al Ministerio de la Gobernación allá por el año 1879. La rosa vuelve a florecer y habrá que cuidarse de las espinas. La experiencia de los siglos de pensamiento y organización son la clave de de ese savoir fair que moviliza hasta al más desencantado. Por contra los acólitos fugados de la organización morada se han consagrado a la búsqueda del vellocino de oro sin atender los asuntos del pueblo que reclamaba su presencia. Y al final de la lucha contra los gigantes, los sanchopanzas le dijeron al caballero de la esbelta figura de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro que no era cuestión de personas sino de trabajo. Porque no sólo era cuestión de sanear y dedicarse a ver como crecían las magdalenas en el horno, sino que había que seguir amasando juntos porque los madrileños necesitaban más. 

He de suponer que en sus profundos momentos de reflexión, los votantes, decidieron que ante un disfraz de socialdemocracía amoratada, prefirieron la solciademocracia sin aditivos o el neoliberalismo en estado puro, a falta de una igualdad utópica. Y que los indepes siguen siendo indepes por muy en cárcel preventiva que estén. 

La ciudadanía de izquierdas puede parecer despistada o entretenida con la salsa rosa que le distrae de la realidad de no llegar a final de mes, de la continua subida de la luz, los alquileres y de los pimientos. Ya ni para pescado dan los salarios que aunque subidos a bote pronto por la insistencia de la permanencia de un pacto y la presión de los sindicatos afines a la añeja izquierda, no son lo suficientemente cuantiosos como para olvidarse de los damnificados de las regulaciones de empleo y la reforma laboral aún sin derogar o los aprisionados de una ley mordaza más propia de los tiempos de la inauguración de pantanos en blanco y negro. Cansados de historias de Mortadelos y Filemones han buscado soluciones a todo lo que les quita el sueño viendo que mientras unos juegan a la silla otros van trabajando en reuniones que con diálogos encuentran soluciones que no apaños con los más difíciles contrincantes que como el tío Gilito sólo miran por su dinero.

Es al currante, al autónomo de la pequeña y mediana empresa, al funcionario mileurista, al parado, al estudiante, al agricultor, al ganadero, al pescador, al minero... son estos a los que hay que escuchar porque a los otros les da igual el profugüismo derechil porque saben que esten donde esten seguirán, los de derechas continuarán defendiendo que la contribución con sus ganancias sea exigua para poder crecer un patrimonio con el que pagar el impuesto de sucesión, con las manos agrietadas de horas trabajando por salarios indignos de sol a sol. Porque estos son los que aplauden la exportación de la mano de obra y la supremacía del pensamiento único enarbolado de rojo y gualda mientras reniegan la ayuda a los que tras jugarse la vida por un sueño, les sacan la producción de un campo cada vez más estéril acosado por los plaguicidas y una estrábica unión europea empobrece cada día más al sur para enriquecer al norte.

Las teorías conspirativas no dejan de ser interesantes pero los votantes preferimos políticas productivas que nos saquen de este desasosiego y podamos lograr la Tierra prometida del bienestar social en el que llegar a final de mes no sea un sueño y el paro quede relegado al ostracismo.


 

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